Dejar que el silencio hable. El escritor, como un funámbulo, camina por la crestería de dos abismales clases de silencio: el silencio elegido, por el que se torna en silencioso y, por otra parte, el silencio censor, por el que se convierte en silenciado. Sólo cuando, al final de semejante travesía, el fulgor del primero es capaz de abandonar la obediencia servil del segundo, será cuando la emergencia de la luz original pueda expresar la voz del fondo que le es propio, ya que en lo más íntimo de nuestra intimidad existe una palabra inaudible nacida de la no-palabra. Ella, que ha elegido no inmolarse a ningún ruido, no se halla, por esa razón, sometida a ninguna clase de opinión. Palabra no-palabra, que, al estar animada del soplo del silencio, no es posible compartir más que en el mudo manantial del que emerge toda certeza.
Rafa Redondo
Música: Comptine dún Autre Eté – Yann Tiersen