Estaba preocupada esa mañana… esas cosas, tantas cosas que nos ocupan la mente, que nos parecen tan importantes que diríamos que es imposible dejar de pensar en ellas. Era un sentimiento que dolía, una carencia, una expectativa, da lo mismo, el caso es que bebí la taza de café, cabizbaja, en dos o tres tragos, y comencé velozmente a recoger los restos del desayuno, entonces lo vi, en ese sobrecito arrugado de azúcar ponía: El sabor del café , en letras claras y grandes, y de repente me di cuenta de que no había saboreado el café esa mañana. Quedaba un poco en el fondo de la taza y lo probé emocionada, porque intuía lo que iba a comprender en ese momento, gusté entonces del sabor del café, ese sabor concreto de esa taza, de ese día, de esa mañana, y era bueno, muy bueno, y me lo había perdido.
Nos perdemos el sabor de cada cosa si estamos aferrados a nuestros pensamientos, a lo que nos duele, a lo que nos hicieron, a lo que nos será difícil. Y lo que más me llamó la atención es lo bueno que Seguir leyendo El Sabor del café