Archivo de la categoría: Poesía

Poesía es lo más cercano a la no palabra del misterio del Ser, el encuentro de dos silencios: el que no tiene forma, y el de quien se abre a la escucha. Dios, dijo el maestro Saramago, es el silencio del universo y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio.

Dama de Anboto

Rompe el día en el silencio de Berriz. Anboto al fondo despliega de la umbría haciendo Zen. Todo aún calla; los pliegues rocosos de la cueva, morada de Mari, desvelan ya el florear de la luz. La Dama me previene: buscar el despuntar la luz no es apropiarse de ella; más bien dejarla ser, aunque aún te ilumine.

Es el umbral del alba; luz que en cada guijarro prende, fulgurante momento de fuego, en cuyas sombras evanescentes se esconde el invisible dios que espera. Mi amigo Celso Navarro comienza el sesshin. Para él y para su sangha canaria este poema:

DAMA DE AMBOTO

¿Quién creó la escarpada geometría

de las rocas plegadas en la hondura,

ese magma de nubes y espesura

que serpea en Seguir leyendo Dama de Anboto

Situarse allí

Situarse allí, al declinar la tarde, en nuestra recuperada dimensión de sinceridad, cuando el sol, apoyado en el pedestal de luz de los postreros cúmulos, esparce su dádiva secreta troceando en mil haces su energía quebrada y repartida. Situarse Allí, en el declive vespertino, donde la soledad ha dejado de doler.

Y morir así, entregado y entregando, dando y esparciendo, fundida en la Unidad nuestra ya lograda forma, al par que la tarde se inclina de rodillas ante su propio ocaso, allí donde Dios se muestra como disco incandescente en su eterno devenir.

Situarse allí, donde no hay allí, en la inocencia innata que nos es propia; arrasando cualquier imagen o vestigio de memoria; dejando a un lado el hacer, ejerciendo el sólo ser del Ser.

Situarse allí, abolido el tiempo, donde la realidad se aprecia fulgurante cuando los pensamientos se Seguir leyendo Situarse allí

Aligerarse de sí mismo

El poema, ¿acaso ha de extinguirse
al apagarse, efímero, el poeta?
Vuelan en desbandada las palabras,
tan ajenas a las huellas de su dueño…

Ver en el incienso la cumbre desbordante del humo que se explaya; y también su rescoldo, hecho ceniza, expandirse impulsado por el resuello de un extraño vigor que le impele a volar hacia todo lo que ES más allá del fuego e incienso, tierra y cielo, ceniza y viento… Ver cómo se yerguen, cada uno en su forma, el humo y la ceniza, haciendo del abajo un arriba y del arriba un abajo, desvelando, de ese modo, el oculto sentido encerrado en la materia, en el mismo instante y punto en que la materia a sí misma se ilimita.

Volar y aterrizar, elevarse y recaer como el eterno vaivén que nutre de idéntico sentido la infinita danza del cosmos y ante el que, una vez más, estallan los fonemas. ¿No se ilimitan las estrellas -se preguntaba Claudio Rodríguez- para algo más hermoso que Seguir leyendo Aligerarse de sí mismo