Archivo de la categoría: ¿Qué busca el viento cuando sopla?

El viento del Norte sopla, se expande…

El riesgo de amar

Amar es un riesgo, pero solo cuando se pretende atrapar el Amor.

Yo quiero a mi “Mami”, y mi “Mami” me quiere a mi. Pero si “Mami” me riñe, se rompe el idilio. ¿Qué ocurre?. ¿Ya no quiero a “Mami”?. ¿Por qué?. ¿Porque ella ya no me quiere?… ¡No!, ¡No puede ser!. Demasiado duro para mi tierno cerebro…, mi “Mami” lo es TODO para mí, no puedo “divorciarme” de ella, me da de comer, me cura las heridas, me abraza, me mima…, me hace sentirme protegido, acompañado, seguro… Definitivamente, esta rabia que sufro por haber sido reñido, por haber perdido por un momento ese amor que es mío y solo mío, que me corresponde porque sí, no puedo achacárselo a “Mami”, sería demasiado duro, mi pequeño organismo no podría digerirlo, ya que pone en riesgo todo lo anterior, pone en riesgo mi propia existencia. Sería la muerte de mi pequeña identidad. Y mi más potente instinto de supervivencia, mi más primario miedo a la muerte, entra en escena.

Entonces…, veamos…, ¿Qué hago con esta rabia que siento en mi cuerpo, con estos dientes apretados para no expulsar el grito y el llanto que me brotan de tan adentro, pero que ya no me permito reconocer porque ponen en riesgo mi propia supervivencia?. Antes era más fácil, lloraba y gritaba sin más, pero ahora…, ahora no puedo asumirlo, debo apartarlo de mí, no es posible que “eso” forme parte de mí, así que…, Seguir leyendo El riesgo de amar

El Zen de la ternura

Sesshin con Rafa Redondo y Pedro Vidal.

Berriz. Noviembre 2013.

Tratar de escribir lo vivido en este Sesshin es como preguntarle al viento qué es lo que ha hecho el fin de semana: te soplaría en la cara, como toda respuesta. Y así me veo a la hora de tratar de contar lo que sea que haya sido.

Dos gigantes de metro setenta han parado a descansar a la vez en el Barnezabal de Berriz, fonda privilegiada del Camino. Dos gigantes, sí, porque cuando alguien se vuelve transparente, se hace montaña, se hace océano, se hace pradera, se hace viento, se hace infinito. Y al transparentarse, te permite ver a su través, y aunque no sepas expresarlo, tu alma reconoce la transparencia, y en ella se regocija. Y lo festeja. Con licor de lágrimas o licor de risa. ¿Qué más da?. Un brindis es un brindis.

Así que ahí va mi copa levantada. ¡Salud!:

Madrugada de primeros de noviembre. Desde el mismo centro de la Tierra entra en mi vientre el soplo de la Gran Madre, acariciando las heridas, esas viejas conocidas a las que gusta disfrazarse de puerta cerrada. A fuerza de empujar hacia abajo, les han ido volando los  ropajes apolillados, hasta mostrarlas como son, costras sobre la piel trémula de un pequeño asustado, enrojecida por los torpes bastonazos del guardián que, en la oscuridad de la noche, venía confundiendo al niño perdido con un malhechor. Y ya desnudo y a la vista el pequeño, con sus heridas al aire, comienza su piel a brillar con el primer albor del amanecer, y las ventanas del pueblo comienzan a abrirse. Y no una, sino todas las madres, se dan cuenta de lo que pasa, y de todas partes salen como una sola  a sostenerle en sus brazos. El cálido aliento de todas a una, acoge a la criatura en su seno y lo va meciendo, explicándole en mil ininteligibles lenguas que siempre Seguir leyendo El Zen de la ternura

Vibrando con IparHaizea

Una vez más postrado, arrodillado a los pies del imponente Anboto, en esta ocasión desnudo al cielo metro a metro, orgulloso de su talante, muy seguro tumbado en su lecho.

Una vez más el sonido del cuenco del zendo…, su vibrar resuena con fuerza, y como casi siempre, ese eco, esa reverberación, despierta algo profundo…, algo se mueve muy adentro.

Cierro los ojos, lentamente…, poco a poco el silencio va devorando imágenes, emociones, sonidos, pensamientos…, atento al vaivén, observo su inexplicable movimiento, ensimismado hasta sentir su caminar sin dueño.

Miro escondido, furtivo, y como casi siempre, una vez más, ese extraño, ese sublime momento…, momento perplejo con destino incierto, y como casi siempre, acongojado, siento palidecer todo mi ser, todo mi cuerpo… Así, pierdo el asidero sin quererlo…, abandonado en Seguir leyendo Vibrando con IparHaizea