Archivo de la categoría: Palabras para acompañar

En este espacio, se brinda esa compañía que emerge desde lo más profundo, de alma a alma.
Palabras que, desde la presencia, dan la mano a la persona en el proceso de autoconocimiento.
Un pequeño lugar de encuentro y reflexión en el – a veces difícil- Camino cotidiano.

Zen, implacable honestidad

Podrás paladear bellos atardeceres, sentir en tu rostro el lloviznar de inmensas cataratas o exóticos paisajes; te instalaras, si tienes medios, en deslumbrantes casas de campo, o bosques insólitos; o te organizarás en comunidades y comunas para practicar las más elevadas experiencias, como puedes también dejarte  cegar por las fascinantes vidrieras de las deslumbrantes catedrales  de la vieja Europa, como Chartres, Fiburgo y Viena, pero esas vivencias no alcanzarán ni por asomo el estremecimiento que ESO puede provocar al presentarse en tu conciencia.

ESO rebasa y rebosa cualquier emoción humana, de suyo evanescente. El fulgor que a ESO acompaña no es un estado, de suyo evanescente sino un estadio permanente.

ESO eres tú, tu mismidad profunda e inabarcable; tú, lo Otro de ti calando allá en tu más profunda vena. ESO que se deja tocar cuando no lo persigues. Vida y presente en tus adentros y omnipresente en las afueras.

ESO, cáptalo en el silencio haciéndote Silencio. Conocer ESO que llamamos Dios o Ser, o Theos  no es tema de viajar ni de  pico-Theo; ni es cosa de saber-lo, sino de humildemente  ser-lo.

La práctica meditativa, en nuestro caso el Zen es exigente, y puede serlo hasta la extenuación (morir al ego es un asunto serio, no es cosa de aficionados). Exhorta a la dedicación plena. Y ESO, claro, causa escándalo a quienes Seguir leyendo Zen, implacable honestidad

Feliz Año Nuevo

Respirar, inspirando y espirando…

Se trata de un proceso de metamorfosis, metanoia, transformación de TODA nuestra persona. Si después de una hora de sentarse en hondo silencio, uno sigue Seguir leyendo Feliz Año Nuevo

Feliz Navidad

No, nada tiene que ver la Navidad con una determinada época, ni es asunto único de una única noche y un día determinados; además quienes desde su desnudez bautizaron esa noche como la Noche Buena, yo presumo que se debió a que previamente habían cargado sus espaldas con muchas noches malas.

Pero lo cierto es que si bien sabe mirar, el ser humano puede acceder a la experiencia de que todas las noches siempre son buenas; que siempre es Navidad, que todas las noches son noches de boda, que todas sus lunas son lunas de miel… Una experiencia que con más facilidad accede quien desde su estrechez sabe saborear la anchura. Por eso discrepo de la gran Teresa de Ávila cuando compara nuestra existencia con «una mala noche en una mala posada».

Gran parte de nuestra sociedad, desorientada, celebra la Navidad con turrón, champán, bombillas, fuegos artificiales y serpentinas multicolores. Con una paz, en la mayor parte de los casos, bulímica, y alcoholizada, conmemora el obligatorio rito de sentirse feliz durante una semana, cultivando la elegancia social de la felicitación, el detalle del regalo, el ritual de las visitas. Una semana de felicidad programada, aunque durante ella, año tras año, tal sociedad -más por trivialidad que por mala fe- pierde una bella ocasión para poderse enterar de Seguir leyendo Feliz Navidad