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El zazen: una metáfora de la creación poética, por Hugo Mujica

Del pino
aprende el lenguaje del pino
y del bambú
aprende el lenguaje del bambú.

Basho

Los niños y los genios saben que no existe el puente,
sólo el agua que se deja atravesar.

René Char

Hay dos posibles maneras, por dar un ejemplo, de estar ante una puesta de sol -ante ella o ante la vida- una es verla, ver la evidencia en sí misma, abrirse al don de lo que está sencillamente dado; la otra, la habitual, es reflejarse en lo que se mira. Una va, se libera; la otra vuelve, se repite, se repliega. En la primera el sol aparece, en la segunda me aparece. Aquella primera contempla, se despliega en la alteridad, la segunda mira, mira pero no ve: se ve.

Tan pronto como las cosas dejan de ser profanadas por la finalidad, dejan de ser un medio hacia otra cosa más, ellas son su ser, las cosas y nosotros también. Para la mirada contemplativa, para el saber del no saberse, para el ver que no mira, las cosas se manifiestan: son. Para la mirada habitual, por el contrario, las cosas no aparecen, no son en su libertad, es decir en su belleza, son su utilidad, son lo que Seguir leyendo El zazen: una metáfora de la creación poética, por Hugo Mujica

Circular: fin de vacaciones

Observar el sonido del silencio es comprender, y no sin asombro, el lenguaje sin lengua proferido entre dos tiempos y dos pensamientos, el que se abre paso en la vacua geometría de un cosmos sin costuras. E hincarse de rodillas.

Hoy, una vez más, pude admirar la extensa dimensión del crepúsculo plomizo en Bilbao, con todo el aire golpeando mi frente. Y se me dio el don -no en exclusiva, claro- de poder ver que despertar es constatar las formas que, una a una, como silenciosos copos que en vez de caer, brotaran del silencio de la Unidad, y en lugar de derretirse, deslumbraran las pupilas. De lo vacío mana un tajo de luz, el temblor de ESO que llamamos Dios.

Y de ese modo, poder contemplar la sigilosa experiencia del silencio cuyo sonar va más allá –bastante más allá- del cobre atardecido y sus lenguajes; y más allá de la simple insonoridad. Algo parecido al nacer de un des-nacer, donde el amor se hace Noticia y ternura el Ser.

El ser humano no es –como Heidegger dijo- un pastor del ser. El Ser, más bien, nos pastorea, guiándonos con su cayado los pasos hacia el origen de nuestra misma mismidad. Y así, desde los ojos del cayado, llega un momento en que el caminante presiente que es caminado. Y respirado. Pero de eso que llamamos Dios, de cuya presente impresencia atisbamos tan sólo leves huellas, no sabemos nada más. Porque no se trata de saber: ser es más que comprender.

Mirar a los adentros y poder constatar que en ellos bandea el Océano Pacífico, que la ola es el mar. Por eso hoy la soledad se hizo más fértil. El Origen se pronunció desde sus más lejanos ecos, y aún siento como propio su propio aliento.

Lo sin-nombre aposenta su fe en mi nada, y de esa nada brota mi fe. Confianza desértica, silencio pleno, grieta de luz, tan cierta, tan presente, tan real, que sobra la misma fe, que sobra la misma esperanza. Lo sé. Él contó con mi soledad.

Enorme es La Fuente cuando el ser de la existencia se deja regar por lágrimas sin causa, y los agradecidos brazos se elevan, solos, automáticamente, penetrando los insondables cielos de la ciudad atardecida. Consagrándose como Mundo. La Ausencia, entonces, clama, fulge, brama. Hace su aparición lo que jamás estuvo. Sólo vislumbra el alba quien sabe –y no sin dolor- vislumbrar la noche que se inicia.

Por eso, humildemente puedo afirmar cuán dócil a su reclamo misterioso, la luz atardeció en la quietud de mis escombros, hasta sentir su tacto. Algunos claros azules ultiman el ocaso. Ausencia del yo en la muerte de mi muerte. Desde ahí la Presencia inenarrable.

El Fondo, a veces, sale a la orilla. Y lo hace cuando la mirada limpia de la fragilidad sabe bucear el alma vaciada de su yo. Entonces el Misterio se Seguir leyendo Circular: fin de vacaciones

Circular, verano 2016

Queridos compañeros y compañeras, buen inicio del verano.

Mi recordatorio insistente: la experiencia de ese  Ser envolvente que no acertaremos jamás cómo nombrarle, está más allá de todos los dogmas, de todos los rituales, de todas las religiones y sagradas escrituras, por muy sagradas que sean. El fenómeno del “despertar” se pierde en la noche de los tiempos,  no es monopolio de filosofía o creencia alguna; el despertar es anterior a budismos, ateismos y cristianismos. Despertar no es algo que se nos da después de la muerte, sino que es una posibilidad que late en esta vida, aquí, ahora, en este momento. La experiencia del Ser, por ser universal, no puede colonizarla nadie, ningún maestro, ninguna escuela  de meditación: está al alcance de todos, siendo lo más próximo de toda proximidad; efectivamente, el Reino Dios se halla dentro de uno mismo. Por tanto la verdadera religión es la Vida en todas sus manifestaciones, porque La Ruah  sopla donde quiere.

Meditar es responder, desde el silencio del Ser, a la más profunda demanda de las demandas. El Ser del Silencio carece de voz, y a pesar de ello, se manifiesta en el tumulto de toda la Creación. Mas el ser humano posee a cada instante la ocasión, y la gracia, de poder escuchar lo inaudible dentro de su más profundo centro, siendo esa  su razón de ser y de estar en el mundo.

La sentada callada (Za-Zen), es un privilegiado escenario donde el Espíritu del Silencio actúa y se expresa en un lenguaje sin palabras. La sentada en silencio, es un lugar de Seguir leyendo Circular, verano 2016