¿Qué puede escuchar un oído
cuando se apoya en otro oído?
Algo habló en el silencio –clamaba Paul Celan–, algo calló,
algo se fue por su camino…
Observar el sonido del silencio, es constatar que no hay nada
que alcanzar. Detectar que solo ese ser silencioso merece el sin-nombre del nombre del Dios que es padre y madre. Comprender
que solo el Ser es y que vivir semejante comprensión es vibrar de
los pies a la coronilla, más allá de los límites de la piel… eso es la
liberación. Vivir un gran amor.
Y tarea nuestra es rescatar la inocencia del asombro en el
desnudo eco del silencio, ese que palpita en el corazón del ruido; el
que quiere decirse, narrarse, desde nuestro más profundo capilar.
Porque tarea nuestra es saber catar la elocuencia de ese gran
poema ajeno a labios, rimas y fonemas; saber saborear con el
oído mudo la intacta sinfonía de la Nada Plena, fondo sin final del
lecho del Vacío que pugna en cada instante –el que insta e interpela– por abrirse a cada forma acontecida por todo el Universo.
Y hacerse forma en cada forma. Y hacerse en ti Persona.
No estamos solos. Obseva-Lo.