Música: Divenire – Ludovioc Einaudi
Un ruego. Si es posible, y creo que lo es: en los eventos en que participe, no me signifiquéis como maestro; me he alejado, borrado, y cada vez más, de esa atalaya que hoy considero ajena a la mayoría de edad. Agradezco amablemente a mis maestros el reconocimiento que en su día me otorgaron, pero yo ya no estoy ahí. Sólo sé ser amigo disponible, y eso ya es para mí un lujo…
He conocido a eminentes profesores, compañeros de claustro, que, hasta jubilarse, únicamente hablaron y escribieron desde experiencias ajenas, nunca desde las propias.
He conocido a grandes Maestros que hablaban de LLEGAR A LO ÚLTIMO, sin acordarse de que el infinito carece de metas y escalones. En su discurso sobraba ambición, faltaba amor.
He conocido a maestras muy reconocidas como DESPIERTAS, y AUTORIZADAS para impartir las enseñanzas aprendidas de su gurú. Aunque sobradas de un marcado narcisismo.
He conocido a maestros y sucesores de maestros, RECONOCIDOS como ILUMINADOS, aunque esclavos servidores del poder.
Un verdadero maestro sólo reconoce a Dios como tal. Su magisterio consiste en hacer añicos toda ilusión. Yo agradezco a mi mejor maestro el gran regalo de haberme des-ilusionado.
Finalmente, tengo que añadir que si reconozco todos esos defectos en otros seres humanos, se debe a que mucho antes de verlos en ellos, los había visto en mí.
Ahora, en el otoño de mi vida siento como auténtico lo que de verdad tuvo que ver con el amor de quien ama y es amado. He visto a gente así, entre LOS MÁS DESPOSEÍDOS, sin otra credencial ni reconocimientos ajenos al de la sencillez de un vivir y decir plenos de compasión por lo viviente.
Cuando sientas que todo se derrumba,
en ese espacio fuera de límite y lugar,
acude a su cita. No hay alternativa.
En tu más temblorosa soledad
escucha a tu corazón,
donde el suyo te habla, bajo el suave silbido del bambú.
Y ante tal presencia muda, permite que su mirada
incendie el alma de tu canción,
que tus ojos se fundan con los suyos,
y prenda para siempre fuego a tu poema.
Cuando todo se derrumba es que Ello está cerca.
Por eso quema.
No tenga(mo)s miedo
Rafael Redondo Barba.