Acoger al otro en su infortunio, es el lugar la revelación del Nazareno, hasta tal punto de que, cuando acogemos al frágil, es él quien nos acoge a nosotros. Su compasión precede a la nuestra. En Jesús Dios ha asumido nuestra condición de fragilidad y debilidad.
Rafa Redondo
Me dicen: “Si a los 20 años no eres socialista no tienes corazón, si a los 40 años sigues siendo socialista es que no tienen cerebro… así de simple”.
Sí, así de simple es la simpleza mental y espiritual de quien reprime en su conciencia otro horizonte que vaya más allá del egoísmo como cultura: lo dado, elevado a sacralidad instrumental. El Mito de la Caverna de Platón que hoy se concreta en esta extendida cretinez de los devotos a “lo que hay” conjurando otra vida que se aparte del pesebre filosófico del Dios Mercado. Así piensan -si a eso se puede llamar pensamiento- los burócratas del gobierno y la llamada oposición.
Tal es la falaz filosofía de los economistas que odian la filosofía, tal es el pensamiento de los juristas que no intuyen otra leyes normas que las que hay, y tal es y el ingenio que alcanzan tantas manadas de ingenieros.
Es la ceguera de quienes a ver se niegan, presentada como realismo; y la fraternidad simplificada como comunismo. Pero tienen poder y se han empeñado en negarnos soñar y ver.
Ser ciego cotiza en bolsa. Sirve incluso para fundar periódicos. Es el imperio de la Falsa Conciencia devenida en establo para los establecidos, que alcanza hoy cotas de epidemia. Hora va siendo de desmontar tal montaje. A esa Universidad nos meten. Si es que nos dejamos meter.
Estaba entonces de pie en la montaña más alta de todas, y por debajo de mí, a mi alrededor, estaba todo el aro del mundo. Y mientras estaba allí vi más de lo que puedo expresar; porque veía de manera sagrada las formas de todas las cosas en el espíritu, y la forma de todas las formas tal como deben vivir unidas como un solo ser. Y vi que el aro sagrado de mi pueblo era uno entre los muchos aros que formaban un círculo, amplio como la luz del día y el resplandor de las estrellas, y en el centro crecía un inmenso árbol florido que cobijaba a todos los hijos de una madre y un padre. Y vi que era sagrado.
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Todo es cuestión de saber escuchar, y de llegar a oír, y sentir, los ritmos de la danza de la creación, cuya manifestación ideológica son los símbolos: un ser humano, un perro, un árbol, una planta, el agua, el fuego…. imágenes universales, cargadas todas ellas de la energía que impregna el lenguaje simbólico, y cuyo grado de veracidad a él atribuido es una de las más ricas expresiones del respeto que el ser humano es capaz de otorgar a la fuerza de la vida. Pero, sobre todo, permanecer quieto para permitir que Eso acontezca….
Saber permanecer, sí; mientras nuestra energía, transformada por los remolinos de nuestro torrente personal, va progresivamente desvaneciéndose en sus apariencias, para alcanzar la corriente mayor del océano unificador. Nuestra lección postrera no será otra que la de lograr desprendemos del equipaje hasta allí acumulado. Fundamental aprendizaje, para poder atravesar la apretada estrechez del último remolino. Y condición capital para fundirse en el abrazo unificante con el eterno mar del verdadero sentido del vivir.
Francisco de Asís, cuanto más desasido, más hermano se sentía, por lo que jamás quiso poseer, ni apegarse, ni aferrarse a otra entidad que no fuera la Dama Pobreza, entendida como un modo de ser y estar que permite que las cosas sean , que las personas sean y que el mismo Dios sea, pues conoció con clara y distinta lucidez que el afán de posesión es el gran obstáculo para establecer la fraternidad en el planeta.
el Bajísimo de Asís se hizo Altísimo a través del valor y confianza de quien conoce en sus carnes la Presencia que nace de la Ausencia. Bajísimo y Altísimo, como la vida y la muerte, son la misma cosa que sólo atestigua quien, como Francisco, el abismo de dolor asumido le encarama y le hace cumbre. Incluida La cumbre del monte Alvernia, donde vivió los éxtasis y estigmas, y la crueldad de sus hermanos cuando al bajar, le impidieron entrar en el convento, empujándole a la intemperie helada, entre insultos y bastonazos. Asi se portaron con Francisco los primeros franciscanos, lo que no impidió que, al comentar este cruel episodio el Bajísimo dijera de él que “ahí reside la perfecta alegría”. Luego, la institución vió la utilidad de que este loco abyecto fuera proclamado santo. Un indecoroso decorado que maquillaba el desorden de la Orden devenida PARTE DE ELLA en establo establecido. Los místicos han sido y serán siempre la antípoda de todo orden y Orden. Reconocimiento de santidad que a Francisco le traía sin cuidado. No fue casualidad, que un siglo más tarde el Maestro Eckhart, con la voz hecha grito. pidiera a Dios que le liberara de Dios y otros dos siglos adelante Teresa de Ávila exclamara: “que Dios nos libre de los santos…”.
¿Valió esto la pena? Siempre, escribió Pessoa, vale la pena cuando el alma no es pequeña. Y no es pequeño quien, aún viviendo en sus carnes las contradicciones del ser humano y animado por su fragilidad indestructible, es capaz de ver la hermandad que anida en el alma humana, el sueño de Fraternidad que late en la más profunda vena de la creación, el sueño de Francisco. Sólo quien con valor afronta la quemadura del fuego, sabrá después llamarle Hermano Fuego. Sólo quien en la más hosca soledad ha seguido mirando y admirando la luna en la intemperie de la noche fría, sabrá posteriormente llamarla Hermana Luna. Sólo quien ha paladeado la eternidad muriendo antes de morir, sabrá más tarde llamar a la muerte Hermana Muerte.
Los hombres siguen a los animales cerca de Francisco. Son pronto una docena para creer lo increíble, y doce es mucho ya. Para ellos él inventa una regla que presenta al papa, con el fin de que le dé el visto bueno en la debida forma. Pero él no busca el puesto de maestro, ese puesto de los buenos alumnos. No quiere fundar una nueva Iglesia. Iglesias hay demasiadas. «Que los hermanos tengan cuidado de no aceptar en absoluto iglesias, habitaciones pobres y todo lo que se hubiere construido para ellos, si eso no es conforme a la santa pobreza que hemos prometido en la regla, cobijándonos siempre allí como extranjeros y peregrinos.» Obedezco a vuestra Iglesia, muy alto papa, pero no estaré siempre más que de paso, como el extranjero o el peregrino: no puede ser más delicado conjugar la más minuciosa obediencia con la más soberana libertad…
la carne se hace espíritu la carne se hace espíritu
Dios es ese del que saben los niños, pero no los adultos. Un adulto no tiene tiempo que perder HABLANDCO CON LOS Animales ni alimentando gorriones.
Los niños viven perdiendo el tiempo, y porque saben perderlo, saben aún mejor salir de la trampa del tiempo…