Reciente condena de Estrasburgo a España por no investigar torturas, y ya van diez, ¿NON DAGO MIKEL?
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Marlaska se niega a reabrir la investigación del caso de Mikel Zabalza
EL MINISTRO DEL INTERIOR NO INSTARÁ A LA FISCALÍA A INICIAR ACTUACIONES .
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¿NON DAGO MARLASKA, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, Y EL GOBIERNO “MÁS PROGRESISTA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA”?
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EL ARTÍCULO QUE SIGUE LO PUBLIQUÉ EN ENERO DE 2020. PERO ES ACTUAL
Siempre han existido hombres y mujeres que han justificado la tortura. Cuando Séneca y Juvenal protestaron contra ella, lo hicieron debido a su crueldad, aunque se guardaron de criticar el despotismo del Derecho Imperial. Infinidad de autores vieron al esclavo no sólo como un bien natural, sino como un ser diferente al que se puede torturar. Todo torturador refleja la defensa a ultranza de la unidad sin fisuras del imperio de las ideas que defiende. Lo otro, en tanto que extranjero y diferente, es el objetivo a combatir.
El franquismo amamantó en su seno hombres que cometieron esa abominación, de la que hasta muchos inocentes fueron cómplices. Que aún deambulen entre nosotros da una idea del nivel de nuestra democracia. Porque un torturador no es un sádico, sino un inocente, que, con la conciencia tranquila que le inspira la obediencia debida, contempla desde su sofá, el panorama de la desolación que el mismo provoca.
Hace años, y a propósito de la designación con la Gran Cruz del Mérito Civil al torturador Melitón Manzanas, muerto por ETA en 1968, entre el alud de columnas periodísticas provocadas por uno de los eventos mas denigrante de la democracia española, se introdujo la palabra sadismo, para investir al más célebre, junto a “Billy el Niño”, torturador de la época franquista.
Pero, verdaderamente, ¿los sádicos del franquismo, como los que, una y otra vez denuncia Amnistía Internacional en España, son auténticamente sádicos; es decir, enfermos? No, los torturadores, como género defensor de una clase o de una idea, son simplemente unos obedientes profesionales de la tortura que utilizan unos métodos no sólo consentidos sino planificados desde el poder. Un sistema irracional no necesariamente se nutre de sádicos; es ese poder loco quien precisa torturadores, los selecciona y manipula a partir de un perfecto condicionamiento de la conducta, fruto de la programación mental temerosa de lo que huela a diferente. Un funcionario fiel, tan presente en los auténticos gobernantes, las grandes instituciones económicas que se sirven del terror para poder desarrollar con seguridad sus privilegios. La ideología única, el pensamiento unidimensional, investidos de un halo transcendente. La ideología amparada y sostenida por la tecnología, es la que, maquillada de patriotismo, des-culpabiliza al siempre culpable torturador.
Ello, sin embargo, no es obstáculo para que, los profesionales de la tortura adopten determinados rasgos de carácter individual: una pasión desmedida por controlar al ser vivo. Una sensación de omnipotencia (El tristemente famoso policía franquista “Billy el niño” –reclamado por la justicia internacional y protegido, y condecorado, por sucesivos gobiernos españoles gozaba mientras torturaba, y su compañero Melitón Manzanas, con complaciente sonrisa, apagaba su cigarro Montecristo en el cuerpo desnudo de sus víctimas), una sensación de omnipotencia –decía- que le crea la ilusión de transcender los límites de la existencia humana –al sanguinario Francisco Franco los obispos le llevaban bajo palio-. ESE Sentido de la auto-transcendencia habita entre estos obedientes seres carentes de creatividad. Es el reino de la superpotencia narcisista de los impotentes. Sienten una especial excitación por el débil, el extranjero, el distinto, el pobre. Y ahora, el migrante.
En el fondo, y aunque tenga licencia oficial para matar y torturar, es un ser sin amor, aislado y asustado fuera de su contexto, que manifiesta una acusada necesidad de someterse a un poder superior para sentirse alguien. Tal es su pobreza de alma de estos desalmados condecorados. No es un enfermo; el torturador es un individuo que sabe moverse por la vida con formas correctas, un profesional del sufrimiento ajeno, con absoluta responsabilidad sobre sus actos. La denuncias sucesivas, y sucesivamente desoídas de Amnistía Internacional sobre los malos tratos por parte de la policía en España, está ahí; y mientras esté ahí, la democracia seguirá siendo un muladar.
YO, SIN EMBARGO. CONFÍO, TENGO ESPERANZA EN LA GESTACIÓN DE UNA NUEVA CONCIENCIA.
R.R