Zazenkai 22 de Febrero de 2025

    Zazenkai 22 febrero

«Recibo, una vez más, el atardecer haciendo Za-Zen, viviéndome como si fuera un árbol.
Con las raíces del cuerpo enhebrados en el Hara, la savia del Espíritu se eleva a lo largo del tronco, abriendo su energía hacia la copa del mundo.
Tierra y cielo, así enlazados, proclaman nuestro doble origen, terrestre y celeste.
Unidos los dedos pulgares, con las manos hacia arriba… El cuerpo, respira en su quietud la transparencia a esa Fuerza que lo anima y lo sustenta.
Es a partir de la sentada en silencio cuando frecuentemente suele acaecer lo innombrable»
Rafael Redondo-Aromas del Zen

Fecha y hora:

Sábado 22 de febrero, de 9:30h a 13:30h

Lugar:

Zendo Iparhaizea

Edificio Albéniz, C / Gordóniz 44, Piso 8º, departamento 5, 48002 Bilbao.

La puerta de acceso al edificio esta en la entrada del barrio de Rekalde, al terminar el puente, bajando las escaleras. Ver mapa .

Acceso en transporte público:

Tren (Renfe Cercanías): Estación de Amézola

Autobus (Bilbobus): Líneas 27, 72 y 77

Metro Bilbao: Estación de Indautxu, salida C/ Doctor Areilza (unos 15 minutos andando)

Donativo para la promoción de la Meditación:

10 €, las personas que participan en la sangha según la opción 1 .

20 €, las personas que participan en la sangha según la opción 2 .

Las personas que no puedan asumir este donativo, también pueden venir a meditar y aportar lo que esté en sus posibilidades.

Para inscribirte:

*Es necesario ser practicante de Meditación Zen.

Primero: Envíanos un correo electrónico a  iparhaizea1@gmail.com, con el asunto “Zazenkai”, indicando tu nombre, apellidos y un teléfono de contacto, y comunicándonos tu Intención de apuntarte.

Segundo: Una vez que te hayamos confirmado que hay plaza libre, realiza tu donativo en el número de cuenta de La Caixa:

CC: 2100 6253 4001 0009 2959

IBAN: ES02 2100 6253 4001 0009 2959

Cuyo titular es “Asociación para la Meditación Kita Kaze” indicando en el concepto “Zazenkai, nombre y apellido».

Os esperamos, un abrazo

Escuchar el Silencio

Escuchar el silencio.

Es evidente que hay que aprender a escuchar este silencio. La escucha del silencio es toda una cultura. Ponemos mucho énfasis en la palabra, en la comunicación, son elementos básicos e interesantes, pero sin silencio la palabra puede ser palabrería y la comunicación puede carecer de raíz. Hay un silencio que es elocuente y que surge cuando callamos, pero no solo es un silencio de palabra, sino que cuando somos capaces de una Presencia, de un silencio inconmovible. A veces en los momentos duros de la vida, en los momentos de desesperación, en las noches (ausencia) del Espíritu, buscamos denodadamente en nuestro interior la respuesta, y a veces solo encontramos silencio, pero si somos capaces de permanecer, este silencio se profundiza y aparece justo la respuesta luminosa, y es una respuesta que nace justamente de esa búsqueda en la que acallo otras voces… es difícil, no estamos acostumbrados a este silencio total, por eso hay que aprender a escuchar este silencio.

El silencio de la mente.

Silenciar la mente es aquietar la mente racional, nuestras ideas. Éstas no tienen que imperar sobre la vida. No se puede experimentar la existencia a partir de las afirmaciones o de los principios fijos que tenemos en nuestra mente. Esta opera a tres niveles y que corresponden a los tres cerebros: 1) al cerebro más primitivo, la zona del cerebelo; 2) al cerebro central, la zona del hipotálamo; y 3) al córtex, el tercer cerebro. Cuando hablamos de silencio de la mente, estamos intentando silenciar nuestro cerebro cortical, para que aprenda a ver sin juzgar, sin interpretar. Esto es algo que desde el siglo XII, Hugo de San Víctor y su grupo, los Vitorinos, ya mencionaban como “abrir el ojo de la razón”,porque este ojo sirve para observar ideas, abstracciones mentales, etc., pero es necesario silenciarlo si queremos que se abra el ojo de la percepción, el ojo del espíritu, porque éste supera al ojo de la razón, al ojo del conocimiento. La mente ha de enmudecer y de forma respetuosa y humilde, porque hay grandes interrogantes a las que ella no les puede dar solución. Cuando somos conscientes de esto nos liberamos de un gran peso, pero además, aparece una comprensión que trasciende la mente racional. Existen y evolucionan en este mundo muchas cosas que no son asequibles a nuestra comprensión, porque en principio nuestra organización cerebral está primariamente diseñada para asegurar la supervivencia y, por lo tanto, hay una serie de grandes interrogantes y aspiraciones del ser humano, que tienen que ver con toda su dimensión espiritual, a las cuales la razón no llega, pero el silencio sí que nos abre a esta trascendencia. “No es a fuerza de instrucción ni de esfuerzo mental, o de estudio de las escrituras que se llega a experimentar el espíritu, sino sabiendo escuchar el silencio” (Texto védico) Este silencio de la zona cortical de nuestro cerebro es posible ayudado de la respiración, pero también es necesario acallar nuestras emociones.

El silencio de la voluntad.

Este es más difícil aún de conseguir que el de la mente, porque las emociones, la voluntad, no siempre llegamos a silenciarlas cuando queremos, ni cuando no queremos, sino cuando nuestra voluntad no hace ruido, cuando se mueve silenciosa y armoniosamente dentro de un todo, cuando aprende a querer lo que ha de ser querido. Implica la liberación de todo apego. El cerebro central, que es la zona del hipotálamo, toda la zona difusa del cerebro, donde está el tálamo, el centro de vigilancia, toda esa zona tiene que entrar en un equilibrio grande porque cuando ella vibra de forma adecuada, produce en la amígdala, que es una zona que está en el hipotálamo, que es la zona de las emociones, produce el bienestar, el equilibrio, la liberación del apego, de los deseos que no nos dejan ser felices. El silencio de la voluntad sería eso, hacer que tu voluntad vibre con la Voluntad, la Voluntad Divina. Por tanto no es un libertinaje, sino un dinamismo intrínseco del ser, no está condicionado por los factores externos. En el zen se le llama el “corazón vacío”. En el lenguaje cristiano se llama la “pureza de corazón”, es el corazón silencioso.

Berta Meneses

 

 

Quietud del cuerpo

En el ejercicio de la quietud del cuerpo, aprender a dejar el cuerpo, nuestra mente y nuestra psicología, no es ninguna ociosidad, es un trabajo duro. Toda persona que alguna vez se ha esforzado en ejercitarse diariamente durante algunas horas en esta inmovilidad del cuerpo, ve como a lo largo de varias semanas va experimentando cosas extraordinarias. Al principio nos quedamos espantados por la cantidad de intranquilidad que llevamos en nuestro interior, por el sinnúmero de sentimientos contradictorios que nos surgen, por la marea de pensamientos e imágenes distorsionadas que nos acosan, por trastornos que roban nuestra tranquilidad. Es como si hubiera una gran cantidad de voces o de yoes que hablan en nuestro interior y, a veces, porque se abren aspectos profundos de nuestro inconsciente y emergen. Pero si es constante la persona en esta práctica de la quietud, poco a poco experimentará como desaparece, lentamente, todo este pensamiento vagabundo, todo este tumulto interior La quietud del cuerpo llega también al pensamiento, a los impulsos, a los instintos, a todas las tensiones. Es cuestión, por tanto, de acercarse más y más al centro de uno, a través de esta quietud, misma que te ha de mantener despierto/a y vigilante. Es ganar como escalones hacia nuestra interioridad, es paso a paso adquirir una disposición de ánimo que da un nuevo significado a todo lo que ocurre, y que es capaz de abrazar los antagonismos, las limitaciones y las fragilidades propias del ser humano. El proceso, lo que ocurre es que nuestros sentidos se van aquietando, se van liberando de los objetos, y nos vamos enraizando en un centro, en una unidad que nos centra. Es comosi las olas de la superficie se serenan y empezamos a tocar el “ápice del alma”, como decía Santa Teresa. Todo se profundiza y, evidentemente, que se adquiere una armonía nueva. Es una sensación de estar completamente en el lugar y en el momento adecuados. Esto sucede no solo durante la quietud, esta adecuación se experimenta aún después. Ello sucede gracias a la inmutabilidad del cuerpo, que ha de ser realizado con constancia y con la postura adecuada. Cuando se toca esta quietud del fondo de cada uno, es porque se han serenado las capas superficiales de nuestra conciencia. Entonces, es como entrar a fluir en la ley del universo, entras en armonía con la ley que rige toda la realidad. En lenguaje cristiano se diría que entras en armonía con la voluntad divina.

 

Berta Meneses

 

VIVIR EL SILENCIO BERTA MENESES

He descubierto que toda la infelicidad de la persona deriva de una misma fuente: no ser capaz de estar sentado tranquilamente en silencio a solas consigo mismo.

Blaise Pascal

Meditación Bilbao